miércoles, 18 de abril de 2012

La Argentina del discurso

Este país que hoy tenemos (¿generamos? ¿votamos? ¿elegimos?) es un país en donde pareciera que la
guerra que hay que pelear es una guerra de discursos y no una guerra de hechos.

Sepa o no sepa, el mundo habla, y cuanto menos sabe, más habla, precisamente por esa exigencia natural de que cuando no hay ser, es necesario insistir con el discurso.
Emilio Komar, "El Silencio en el Mundo"

Yo me puedo haber mandado cualquier macana, pero las bondades locales me ofrecen después una conferencia de prensa en donde puedo sostener y re-sostener que nunca hice nada malo, que en realidad todo es parte de una operación en mi contra, y que estoy más limpio que Madre Teresa. Y va a haber gente que me va a creer.

O puedo mandar cartas, solicitadas, emails a mis conocidos, y decir que todo lo que se dice de mí en realidad es mentira, y que nunca dejé de actuar como un hombre de bien. Que hasta incluso va a llegar el día en que todo salga a la luz y las cosas se vean como son.

Qué caraduras. Qué manga de caraduras.

Muñecos semi-preparados, artistas de la retórica, buenos para nada, traidores a la Patria, ilusos que no ven más allá de los pocos años que les quedan de vida. Tanta guita que afanan y cuando se mueran no se van a llevar nada a ningún lado.

En el "otro lado" la realidad que ellos construyeron, sus propios hechos, van a ser tan duros como el tren que se quedó sin frenos.
Y probablemente los pase por arriba.

No van a poder decir nada. Las palabras van a quedar completamente anuladas.
Se va a haber acabado la era del discurso. Todo va a ocupar el lugar que le corresponde.
Cada uno va a recibir de acuerdo a lo que dio, a lo que se le confió.

Creo que su única esperanza - salida - va a ser creer en que Dios es muchísimo más misericordioso que cualquiera de nosotros.

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