Pasados los 5 primeros minutos de algo que estaba disfrutando mucho -salida con amigos, vacaciones, lo que fuera- algo me decía que tenía que estar preparado: más me valía no estar tan contento porque naturalmente ese momento no iba a durar para siempre, y más temprano que tarde algo malo iba a pasar.
Me pasaba mucho también eso de tener una sensación, una idea, un concepto dando vueltas en la cabeza, pero no encontrar la manera de ponerlo en palabras.
Y de admirar mucho a quien sí lo podía poner.
Estos dos sentimientos que acabo de contar se encontraron el día que leí la frase de Miguel de Unamuno:
La risa no es sino preparación para la tragediaJustamente esa sensación alarmante de "Guarda que ahora algo malo va a pasar" puesto en palabras. Tremendo.
Me acuerdo de otra... creo que de un tal Carlyle, y aprendida de una revista de crucigramas:
Comedia no es sino tragedia interrumpidaY pensar que esto lo tenía en la cabeza a los 12 años...
Por un camino u otro, 21 inviernos después, más que renegar de esta teoría aplastante, que más que una invitación a volar es únicamente una invitación a un salto triple concluyo que tiene algo de verdad.
Definitivamente hay momentos. Momentos momentáneos.
No hay comedia sin tragedia, ni tragedia sin comedia. Sin querer jugar con las palabras, creo que nosotros podemos elegir ser trágicos o cómicos (no-trágicos), más allá de la circunstancia, y más allá de que eso implique una sonrisa o no.
Hoy las cosas son así. Mañana van a cambiar... y lo mejor que yo puedo hacer es aprender ambos días, y dar lo mejor ambos días. Sin esperar que se me reciba.
Copio un texto largo a propósito de este tema del tiempo y los cambios, las subidas y las bajadas.
Vale mucho la pena:
El espacio es frío y rígido, pero el tiempo es vivo; el espacio separa, pero el tiempo lleva todo hasta todo.
El tiempo no corre fuera de ti, tú no nadas como un tronco que se desliza sobre el agua, el tiempo fluye a través de ti, tú mismo fluyes. Tú eres el río. ¿Te sientes triste? Confía en el tiempo: pronto reirás. ¿Ríes? No mantendrás por siempre tu risa: pronto llorarás. El tiempo te lleva de sentimiento en sentimiento, de este estado a otro estado, de la vigilia al sueño y del sueño una vez más a la vigilia. No puedes caminar largo tiempo, nuevamente te pones a descansar, te cansas, sientes hambre, tienes que sentarte, comes, te levantas nuevamente, y comienzas una vez más a caminar.
[...]
De tu mismo seno surgen manantiales ocultos en ti, y un día el mundo brotará en torno a ti. Poco a poco el tiempo te lleva de curva en curva, perspectivas, horizontes pasan de largo ante tu mirada: empiezas a vivir la transformación, empiezas a descifrar una aventura desmesurada. Experimentas una dirección, sientes una partida, olfateas el mar. Y ves que lo que cambia en ti es lo mismo que cambia en todo lo que hay en torno a ti: todo punto, por el que tú pasas rozando, está asimismo en movimiento.
[...]
Tú buscas un apoyo y una ley estable en el centro de nuestra tierra, pero también ésta es puro acontecer e historia, nadie puede predecirte de antemano y contar con las nubes de la próxima semana.
Es cierto que existe una ley, pero se trata de la misteriosa ley del cambio, cuyo único fundamento está en aquél que cambia. No puedes llevar el río a la orilla seca, para capturar como un pez la ley de su fluir. Y sólo en el agua puedes aprender a nadar. Los sabios que existen entre los hombres tratan de buscar el fundamento de la existencia, pero no pueden hacer otra cosa que descubrir una ola de esa corriente; en su pintura el fluir se ha hecho rígido, y sólo resulta verdadera si nuevamente abandonan la imagen al cambio y al movimiento. Los que sintieron avidez emprendieron muchas cosas, y arrojaron rocas al mar, para detener la corriente, con sus sistemas trataron de descubrir un islote de la eternidad e hincharon su corazón como globos para capturar la eternidad en una hora feliz. Pero ellos sólo capturaron aire y estallaron, o hechizados por una idea imaginaria, olvidaron vivir bien y la corriente arrastró suavemente sus cadáveres. No, la ley está en movimiento, y sólo corriendo puedes llegar a capturarla. La perfección está en la plenitud de lo que llega. Por eso nunca pienses que la has conseguido; olvida lo que queda tras de ti, lánzate hacia aquello que está delante de ti: finalmente, te convertirás en aquello que tú ansías en medio del cambio en el que pierdes lo ganado.
Confía en el tiempo. El tiempo es música, y el espacio a partir del cual suena, es el futuro. Compás tras compás se va creando la sinfonía en una dimensión que se va descubriendo a sí misma, y que siempre pone a disposición una provisión inagotable de tiempo. Con frecuencia falta espacio: la piedra es exigua para la estatua, la plaza no permite ya ser ocupada por más gente. Pero ¿cuándo ha faltado tiempo? ¿Cuándo se ha salido como un nudo que es demasiado corto? El tiempo es tan largo como la gracia. Entrégate a la gracia del tiempo. No puedes interrumpir la música para atraparla y recogerla: déjala que fluya y vuele, de otro modo no la comprenderás. No la puedes empaquetar en un bello acorde y poseerla para siempre. La paciencia es la virtud primera de quien quiere percibir. Y la segunda, la renuncia. Pues mira: no comprendes el movimiento de la melodía hasta que suena su último tono. Sólo ahora, que ha concluido todo, captas la perspectivas de los acentos misteriosos, los arcos de la tensión y las curvas de lo profundo; sólo lo que perece al oído, penetra en el corazón. Y, sin embargo: no puedes captar en la unidad del espíritu de manera invisible lo que de manera perceptible no experimentas en la multiplicidad de los sentidos. De este modo lo eterno está por encima del tiempo y es como la cosecha del tiempo, y sin embargo la eternidad llega a ser y a realizarse sólo con el cambio del tiempo.
¡Qué clase de seres somos! Tenemos que creer sumergidos en el paso del tiempo. Llegamos a la madurez, nos enriquecemos sólo mediante la renuncia a una hora y a la otra. Tenemos que soportar la duración. Cuando tratamos de detenernos lesionamos la ley de la vida de la naturaleza. Cuando perdemos la paciencia de la existencia temporal, caemos por eso mismo en la nada. Mientras caminamos nos llega el susurro de una voz en alas del viento contrario que cortamos; pero si nos detenemos para oírla mejor, la voz se convierte en silencio. El tiempo es a la vez amenaza y promesa maravillosa: avanza, nos dice, ¡de lo contrario no vendrás conmigo! ¡Avanza, muestra tus manos vacías, de lo contrario no te las podré llenar! De lo contrario pasaré de largo junto a ti con mi fresco don y te abandonaré a tu ya rancia bagatela. Creéme que eres más rico cuando puedes concluir y destruir tu felicidad y tus horas de elevación; eres más rico cuando puedes ser pobre, y permanecer abierto en lugar de ser un pordiosero a la puerta del futuro. ¡No te detengas, no te encierres, no te pegues a nada! ¡No puedes acaparar el tiempo, aprende de él la prodigalidad! Sé pródigo por propia voluntad y reparte aquello que de otro modo se te arrebatará a la fuerza. Entonces serás tú, que te quejas de haber sido robado, más rico que un rey. El tiempo es la escuela de la exaltación, la escuela de la magnanimidad.
Hans Urs von Balthasar, El Corazón del Mundo
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